Mensaje del Mons. Jaime Soto - Volviendo al Altar

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Mis queridos amigos en Cristo:

El libro de los Hechos de los Apóstoles comienza con la Ascensión del Señor a la derecha del trono celestial del Padre.  Lucas habla del momento cuando Jesús fue elevado al cielo, “una nube lo ocultó a sus ojos.” (Hch. 1.1-11)  La larga, ansiosa mirada de los discípulos fijada en el cielo nos habla de su sentir de haber sido abandonados.  Les pareció que el Señor les hubiera dejado atrás. Mientras los seguidores de Jesús contemplaban al cielo, dos ángeles les acercaron para recordarles que el Cristo volvería.  Con este consuelo, los discípulos regresaron a Jerusalén.  La escritura nos dice, “Todos ellos perseveraban juntos en la oración en compañía de algunas mujeres, y de María, la madre de Jesús". (Hch. 1.14)

La nube oscura de la COVID-19 pandemia ha ocultado de nuestra vista el Santísimo Sacramento del Señor Jesús ofrecido en el Sacrificio de la Misa.  Nos extraña contemplar Su cercanía a nosotros.  Tenemos hambre de oír Sus palabras misericordiosas entregándose a nosotros. Anhelamos con manos y corazones abiertos poder recibir Sus preciosísimos cuerpo y sangre.  Como aquellos discípulos en los Hechos de los Apóstoles, nuestra mirada permanece con ansiedad viendo los templos vacíos con altares silenciosos esperando llenar nuestras almas con la viva presencia del Cristo resucitado.  El corazón de este servidor lleva mucha admiración y gratitud por todos que se han dedicado a la oración unánime con Santa María, la madre de Jesús.  Las palabras de Jesús, con cuales se concluyó el evangelio de San Mateo nos dan confianza en nuestra vigilia ferviente, “Yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin de la historia”. (Mt. 28.20)

Hemos sufrido una larga temporada cuaresmal, más penitencial que anticipada.  El tiempo pascual también prueba la paciencia cristiana.  Ha sido una jornada espiritual que nos pidió mucha fe.  El Señor Jesús, nuestro buen pastor, sigue confortándonos.  No tengan miedo.  Con Su vara y cayado nos encaminará a través de esta cañada tenebrosa.  Pronto, preparará una mesa para nosotros.

Las precauciones difíciles con la intención de parar más contaminación del coronavirus han sido medidas prudentes y necesarias. Vidas han sido salvadas y la salud de muchos, especialmente a los más vulnerables, han sido preservadas.  Este esfuerzo noble no ha terminado.  Temores justos todavía tienen razón. Hay que seguir tomando en serio las llamadas insistentes de cuidado. Los sacrificios hechos por los afligidos y por aquellos quienes les han atendido, especialmente los equipos médicos, merecen ser honrados y respetados por una vigilancia sustenida.

Mis hermanos sacerdotes y este servidor estamos dedicándonos a los preparativos para comenzar de nuevo las celebraciones públicas del sacrificio de la misa.  La fecha para levantar la suspensión de misas públicas no ha sido determinada pero hay una esperanza que sea pronto.  Mucho depende en seguir con las sensibles y prudentes prácticas personales de mantener la distancia-física y otras medidas sanitarias.  Volver a la mesa del Señor incorporará estas medidas para que la salud igual que la santificación de los fieles sean bien administradas.  Los pasos necesarios han sido delineados en la presentación, “Volviendo al Altar”.  Por favor, revisen con cuidado esta información.  Prepárense físicamente y espiritualmente para reunirse de nuevo alrededor del altar de Cristo.

Únanse con el Mons. Weigand, este servidor, y mis hermanos sacerdotes suplicando que la misericordia divina ponga fin a esta pandemia.  Los sacrificios que hemos hecho y dolores que hemos vividos nos llevarán a una mayor comunión con el único sacrificio salvífico de Cristo.  Que el Señor tierno y clemente nos purifique más y nos prepare merecer a recibir Su Pan de Vida.

Santa María, Madre de misericordia y Madre de la Iglesia, ruega con nosotros.  Ruega por nosotros.

Atentamente,

+Jaime Soto
Obispo de Sacramento

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