Llamado a la Santidad

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Carta Pastoral del Mons. Jaime Soto

En el capítulo quinto del evangelio según san Mateo, el Señor Jesús vio una gran multitud reunida a su alrededor. Subió a una montaña con sus discípulos y les enseñó, “Ustedes son la sal de la tierra… Ustedes son la luz del mundo”. (Mateo 5:13-16) Estas hermosas metáforas fueron fuente de inspiración e ilustración para la vida cristiana. Nos ofrecen una ventana al llamado universal de la santidad. Ser santo es ser "la sal de la tierra" y "la luz del mundo".

La escena del Sermón del Monte de Mateo nos ayuda a comprender la santidad de Jesús. Con muchas obras de misericordia, Jesús reunió a los discípulos a su alrededor y luego les enseñó. La santidad solo se encuentra a través de Cristo. Su misericordia nos une. Su mensaje evangélico nos une. Solo encontramos la santidad en comunión con el Señor Jesús y su cuerpo místico, la Iglesia. Sólo en unión con Cristo podemos ser como el Señor nos ha llamado a ser: “la sal de la tierra” y “la luz del mundo”.

Mientras la Iglesia y el mundo luchan por salir de la nube sombría de la pandemia de COVID-19, Cristo nos abre los ojos a nuestra dignidad bautismal. Debemos ser la sal de la tierra y la luz del mundo, reflejando la santidad de Cristo.

Después de meses de temores y ansiedades sobre cuándo estaremos reunidos de nuevo, los párrocos y los fieles están preocupados por el futuro de nuestras comunidades parroquiales. ¿Quién volverá? ¿Cuándo volverán? ¿Cómo mantendremos la pastoral de culto, enseñanza y caridad? Demos comienzo a un renacer de la vida parroquial dando la bienvenida a Cristo en la jornada de nuestras vidas. Él puede emprender este viaje nublado por las calamidades y conducirnos por el camino de la santidad. Con Jesús como nuestro Buen Pastor y compañero podremos cumplir su llamado de ser: la sal de la tierra y la luz del mundo. La verdadera santidad nos hace discípulos de Jesús y misioneros de su evangelio.

En este tiempo de incertidumbre, el Señor Jesús está ansioso para que lo recibamos en nuestra jornada como lo hicieron los discípulos en el camino a Emaús. (Lucas 24:28-29) Así como esos dos discípulos, la disposición de la hospitalidad nos abre a la extraordinaria misericordia que se encuentra en Cristo y a las gracias inesperadas que se descubren al acoger a otros en la peregrinación de la fe.

La iglesia primitiva enfatizó la hospitalidad como un elemento esencial de la santidad. San Pablo, al relatar la controversia inicial sobre la inclusión de los gentiles como parte de la comunidad cristiana, recordó a los gálatas las instrucciones claras que había recibido de Simón Pedro y los apóstoles en Jerusalén. "Sólo nos pidieron que nos acordáramos de los pobres, lo mismo que yo estaba también deseoso de hacer". (Gálatas 2:10) En la Carta a los Hebreos, el autor exhorta a la comunidad a practicar la hospitalidad, "No se olviden de practicar la hospitalidad, pues gracias a ella algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles". (Hebreos 13:2)

La santidad es hospitalaria por naturaleza. Jesús invitó a otros a la santidad de manera personal. A los discípulos de Juan: "Vengan y vean". (Juan 1:35-39) A Simón y Andrés por las orillas del Mar de Galilea: "Vengan, síganme". (Marcos 1:16-18) "Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados", (Mt 11:28) fue su invitación a todos los corazones afligidos. La santidad de Cristo recogió a los primeros discípulos. La santidad del Señor Jesús atrajo a los enfermos y hambrientos a buscar sanación y sustento. Cuando nos unimos más a Cristo, entonces su espíritu nos hace sus mensajeros, sus misioneros con la luz de su divina misericordia en nuestros corazones. No es cuestión de preguntarse cuándo regresarán los demás, sino ¿cuándo buscaremos ansiosamente a llevarlos a Cristo?

La santidad hospitalaria de Cristo también nos convierte en el sacramento vivo de su presencia en el mundo. Los Sacramentos siempre reflejan la santidad de Jesús. Transmiten su santidad a quienes celebran los Sacramentos. A través de los Sacramentos, Jesús nos conduce hospitalariamente al santo misterio de su vida divina con el Padre y el Espíritu Santo. Somos transformados por los sacramentos de Cristo en la presencia sacramental del Señor en la sociedad. En este sentido, ser santo es ser sacramento de Cristo en el mundo, ser signo e instrumento de Cristo para los demás, ser la sal que aviva el alma entristecida y la luz que despierta a un mundo cansado.

Esto tiene un significado especial para nosotros en la Diócesis de Sacramento. El Santísimo Sacramento, es el legado generoso de nuestra misión en el norte de California. Por esta razón, en mi declaración pastoral de 2012, propuse "La Iglesia de Sacramento será un Sacramento de Cristo esperanzador y eficaz en el norte de California". Así como el Sacramento de Cristo esperanzador y eficaz, seremos la sal de la tierra y la luz del mundo en el norte de California.

Esta misión pastoral se cumple mejor cuando nos unimos más cercano a la santidad del Señor Jesús, cuando nos solidaricemos al único sacrificio santo y aceptable de Cristo ofrecido en la cruz. La sangre de Cristo derramada nos transforma en una nación santa, en un sacerdocio real consagrado para la gloria de Dios y para la santificación del mundo. Esto es lo que significa ser la sal de la tierra y la luz del mundo.

Una hospitalidad santa y sacramental imita el sacrificio sacerdotal de Jesús. Como Cristo aceptó obedientemente la cruz, nosotros en santa obediencia damos la bienvenida a la voluntad del Padre. De muchas maneras hemos sido testigos de esto durante el largo sufrimiento de la pandemia. La naturaleza impredecible e imprevisible del virus ha alterado los patrones de nuestras vidas. El clero y los fieles han aprendido a recibir las manos tiernas del alfarero divino que moldea nuestro corazón, lo que nos permite ser más compasivos con tantos que están sufriendo, y nos trae nuevas formas de reunirnos en la fe, reavivando viejos ritmos de oración y proporcionando fuentes de gracia perseverante.

Una hospitalidad santa y sacramental se ofrece también a los demás como Cristo se ofreció a sí mismo por nosotros. Solo cuando busquemos en las profundidades del amoroso sacrificio de Cristo sobre la cruz haremos lo que él hizo. Después de lavar los pies a sus discípulos, en un preludio del sufrimiento purificador de la cruz, Jesús les dijo a sus discípulos: "Porque les he dado ejemplo, para que como Yo les he hecho, también ustedes lo hagan". (Juan 13:15)

Con el Señor Jesús, estamos abiertos a la voluntad del Padre y nos ofrecemos a los demás. Estas dos dimensiones sacramentales de la hospitalidad nos llevan a una mayor armonía con el único sacrificio santo de Cristo. La hospitalidad se convierte en algo más que un gesto amable; se convierte en una oportunidad para crecer en la santidad de Cristo y comunicar su santidad a los demás. Esta es la sal y la luz a la que el Señor Jesús nos llama desde el Sermón del Monte.

Dos disciplinas ascéticas esenciales para cultivar la santidad en armonía con la única ofrenda de Cristo son los principios prácticos y pastorales de corresponsabilidad y transparencia.

La corresponsabilidad surge de nuestro bautismo común. A través del bautismo, todos compartimos la muerte redentora y la resurrección del Señor Jesús. Juntos somos una nueva creación en Cristo. Ya no somos extranjeros ni extraños unos con otros, todos somos miembros de Su único cuerpo, la Iglesia. (I Corintios 12:4-31) Cristo es la cabeza de este cuerpo místico. Cada uno de nosotros es parte del cuerpo de Cristo. A cada uno de nosotros se nos han dado dones por el mismo Espíritu. Somos responsables ante Cristo y entre nosotros de compartir esos dones para el bien del Cuerpo de Cristo. Esta es la responsabilidad bautismal de cada discípulo.

Ser responsable y transparente es practicar la reverencia unos con otros, respondiendo a la presencia de Cristo cada vez que dos o tres se reúnen en su nombre. “Si [un] miembro sufre, todos los miembros sufren con él; y si un miembro es honrado, todos los miembros se regocijan con él. Ahora bien, ustedes son el cuerpo de Cristo, y cada uno individualmente un miembro de él”. (I Corintios 12:26-27) Al ser responsables unos con otros, cada miembro comprende la unidad de todo el Cuerpo de Cristo. Todos proporcionaremos un recuento de nuestras vidas en el juicio final. Incluso, este recuento comienza ahora porque, como el Señor Jesús nos recuerda: "En verdad les digo que, cuando lo hicieron con alguno de los más pequeños de estos mis hermanos, me lo hicieron a mí”. (Mt. 25:40)

La práctica de la corresponsabilidad y la transparencia no son solo herramientas administrativas. Son además disciplinas que nos permiten crecer juntos en santidad. Son prácticas ascéticas sabias que nos enseñan cómo ser más acogedores a los dones, la sabiduría, así como las necesidades de los demás. Son hábitos sagrados que evitan que la sal pierda su sabor o que la luz sea escondida debajo de una canasta de celemín.

Durante los próximos 12 meses, invito a mis hermanos sacerdotes y a los laicos a que se unan a mí para revitalizar nuestras comunidades parroquiales con un enfoque en ofrecer una mejor hospitalidad y mayor alcance a todas nuestras comunidades.

  • Revitalizar los Consejos Pastorales Parroquiales que fomentan la corresponsabilidad, la transparencia y la colaboración. Con este fin, el sábado 17 de abril de 2021, exhortaré a una Convocatoria para todos los Consejos Pastorales. Esto será seguido con un día adicional de diálogo y talleres en octubre de 2021.
  • Se espera que los párrocos cuya parroquia no tenga un Consejo Pastoral Parroquial inauguren un Consejo antes del 30 de junio de 2021.
  • Para promover la revitalización parroquial, los Consejos Pastorales Parroquiales se reunirán mensualmente. Prepararé una propuesta sobre los puntos de la agenda para consulta entre el párroco y los miembros del consejo. Los elementos de la agenda propuestos tienen la intención de aumentar, pero no debe reemplazar los elementos de la agenda parroquial. Les solicito que elijan de tres a cuatro de los puntos de la agenda que se enumeran a continuación para trabajar en los próximos seis meses:

Espero que estas reflexiones nos animen a fomentar juntos una auténtica santidad de vida en cada discípulo y una hospitalidad santa en todo el cuerpo de la Iglesia para que junto con Cristo seamos Su sacramento viviente de gozo y esperanza en el norte de California.

En el hombre justo, San José, encontramos el ejemplo de santidad y hospitalidad que nos inspira. Su momento de salvación llegó cuando escuchó el buen consejo del ángel: "No temas recibir a María, tu esposa, a tu casa". (Mt.1:20) Confiemos en la poderosa intercesión de esta santa pareja, María y José, para que la santidad y la hospitalidad abran la puerta a nuestra salvación en Cristo Jesús, nuestro Señor.

+Jaime Soto
Obispo de Sacramento


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