Es Justo y Necesario: Caminemos desde el Racismo a la Comunión en Cristo

Carta Pastoral del Mons. Jaime Soto

Soon and very soon we are goin' to see the King,
Soon and very soon we are goin' to see the King,
Soon and very soon we are goin' to see the King,
Hallelujah, Hallelujah, we’re goin' to see the King!
Pronto y muy pronto vamos a ver al Rey,
Pronto y muy pronto vamos a ver al Rey,
Pronto y muy pronto vamos a ver al Rey,
Aleluya, Aleluya, ¡Vamos a ver al Rey!
(Soon and Very Soon, Andraé Crouch, 1976)

Este hermoso himno nos hace estremecer, mezclado con el anhelo y el temor del Señor. El verso habla del lamento de llorar y morir mientras llama al creyente a la esperanza. Un discípulo de Jesús debe abrazar estas palabras, dejar que las palabras hagan temblar su corazón. Con el horizonte vislumbrando la venida de Cristo, deberíamos emprender un examen sobre el racismo dentro de nuestra Iglesia y la sociedad porque, "Pronto y muy pronto vamos a ver al Rey".

Después de la publicación de Abramos Nuestros Corazones, la carta pastoral sobre el racismo aprobado en 2018 por la Conferencia Estadounidense de los Obispos Católicos, este servidor convocó a un equipo de trabajo contra el racismo para ayudarme en la aplicación de esta carta a la pastoral aquí en la Diócesis de Sacramento. Esta carta es una respuesta a la labor, diligente y devota, de este equipo.

Las consecuencias del racismo afectan a muchos de nuestros hermanos y hermanas en la estructura cultural diversa de la sociedad estadounidense. Esta carta pastoral reflejará principalmente la experiencia de la comunidad afroamericana como una entrada a su impacto en todos nosotros.

Las palabras del popular himno afroamericano citadas anteriormente nos son familiares a muchos de nosotros. Cuando lo canta una congregación afroamericana, las palabras se llenan de emoción. Las manos elevadas al cielo. Los pies se vuelven inquietos. Aunque los Aleluyas son jubilosos, también hay lágrimas que brotan de los ojos de muchos. Las palabras de los versos subsiguientes, “No más llanto allí”, “No más morir allí” consuelan a una congregación donde todavía lloran y mueren.

La inspiración del himno proviene de las últimas líneas del Libro de Apocalipsis. “El que da este testimonio dice: 'Sí, vengo pronto'. ¡Amén! ¡Ven, Señor Jesús!” (Apocalipsis 22:20) Los temas apocalípticos no son ajenos a la imaginación católica. En el embolismo a Nuestro Padre oramos en cada Misa: “Con la ayuda de tu misericordia, podemos estar siempre libres del pecado y protegidos de toda perturbación, mientras esperamos la venida gloriosa de nuestro Salvador Jesucristo." El himno aporta una ferviente urgencia a esta petición. "Pronto y muy pronto vamos a ver al Rey."

Escuche con el corazón esta canción jubilosa y a la vez como un lamento de la tradición espiritual Negra. ¿Son las palabras una promesa o un presentimiento? Jesús reflexionó sobre esto con sus discípulos en el evangelio según san Lucas. "Cuando venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará fe en la tierra?" (Lucas 18:8) ¿Estamos listos? ¿Siquiera, esperamos su llegada o nos sorprenderá como un ladrón en la noche? "He aquí, vengo como un ladrón." (Apocalipsis 16:15)

La conmoción social de los últimos años ha despertado a muchos de nosotros a la persistente plaga del racismo. Este pecado no tiene lugar en el Reino de Dios. La súplica repetida al Padre, “Venga a nosotros tu reino”, nos insta a prestar atención a la amonestación del Rey en Mateo 25: “Les aseguro que todo lo que hicieron por uno de mis hermanos, aun por el más pequeño, lo hicieron por mí”. (Mt. 25:40) Inevitablemente, un examen de conciencia corresponde a los católicos y a todas las personas de fe. La Palabra de Dios es una espada de doble filo que perfora nuestras palabras, acciones y omisiones. En lo más profundo y sagrado del alma, bajo la mirada de Dios, debemos sondear con humildad y honestidad los motivos y las consecuencias de nuestra conducta personal.

“El racismo surge cuando, ya sea consciente o inconscientemente, una persona sostiene que su propia raza o etnia es superior y, por lo tanto, juzga a las personas de otras razas u orígenes étnicos como inferiores e indignas de igual consideración.” (Abramos Nuestros Corazones, pág. 3, USCCB) El racismo es un pecado grave que atormenta el corazón tanto del ofensor como del ofendido. Envenena las conversaciones y corrompe las relaciones. Estos patrones pecaminosos de pensamiento y comportamiento se vuelven tan habituales que uno no se da cuenta del daño que se está haciendo. Estos hábitos se infiltran en la cultura convirtiéndose en normas sociales incuestionables. El racismo perpetúa los otros pecados de violencia, privación social, pena capital y aborto al proporcionar una supuesta justificación que degrada la dignidad de otro como "inferior e indigno de igual consideración" por el color de la piel o el idioma que habla, o el lugar de nacimiento.

Tengan en cuenta que la naturaleza habitual del pecado puede cegarnos a las influencias corrompidas del racismo. El Catecismo Católico nos enseña, “El pecado crea una propensión al pecado; engendra el vicio por la repetición de los mismos actos. Esto resulta en inclinaciones perversas que nublan la conciencia y corrompen el juicio concreto del bien y del mal. En consecuencia, el pecado tiende a reproducirse y a reforzarse, pero no puede destruir el sentido moral de su raíz.” (CCC, 1865) El racismo a menudo se esconde de esta manera. Debemos adquirir el sentido moral en la raíz de nuestra naturaleza humana, en nuestra conciencia, allí donde estamos solos con Dios cuya voz resuena en lo más profundo de nosotros. (cf. CCC, 1776).

El hábito de juzgar a los demás se aprende. A veces se aprende de los modales y el lenguaje de los demás. Los niños lo aprenden de los padres. Los jóvenes lo adquieren de sus compañeros. Los adultos siguen las señales de los gerentes o compañeros de trabajo. Lamentablemente, el racismo puede ser parte de una cultura que nubla la conciencia y daña el juicio concreto del bien y del mal.

El racismo existe en muchas partes del mundo. En toda América Latina, los poderosos prejuicios contra las comunidades indígenas y afro aún prevalecen en muchos países. India tiene un sistema de castas profundamente arraigado que dicta muchas normas sociales diarias. Varias sociedades europeas luchan por aceptar a los inmigrantes africanos y del Medio Oriente.

La sociedad estadounidense tiene su propia historia particular de racismo. El reconocido comentarista de la vida y la cultura estadounidenses, Alexis de Tocqueville, fue el autor de un examen profundo de la joven República todavía hallando su camino a principios de 1800, Democracy in America. De Tocqueville ensalzó muchas de las virtudes estadounidenses que han fomentado una democracia duradera, destacando características tan loables como la vitalidad de las asociaciones voluntarias, la influencia de la fe en la vida pública y la asignación de poder efectivo a nivel local. El buen ojo del autor sobre American Life también señaló críticamente la práctica de la esclavitud y la hostilidad hacia los pueblos indígenas. Le preocupaba durante varias páginas la imposición europea de su presunta superioridad cultural a las dos poblaciones desafortunadas.

Estas dos razas desafortunadas no tienen nacimiento, físico, lenguaje ni costumbres en común; sólo sus desgracias son iguales. Ambas ocupan una posición igualmente inferior en la tierra donde habitan; ambas sufren los efectos de la tiranía y, aunque sus aflicciones son diferentes, tienen a las mismas personas a quienes culpar. (Alexis de Tocqueville, Democracy in America, 1848, vol. 1, chapter 10)

Las reflexiones de de Tocqueville nos persiguen. Las palabras escritas hace casi 200 años todavía resuenan hoy. Algunos comentaristas se han referido a esto como el pecado original de esta nación. El Catecismo enseña que, como resultado del pecado original de Adán y Eva, "la naturaleza humana está debilitada en sus poderes, sujeta a la ignorancia, al sufrimiento y al dominio de la muerte, e inclinada al pecado". (CCC 418) De manera análoga, el pecado del racismo sigue debilitando nuestra cultura y nuestra conciencia. El vicio habitual del racismo nos ciega a los motivos y nos deja indiferentes a las consecuencias.

Es una parte vergonzosa de nuestro pasado y aún persiste hoy, a pesar de muchos esfuerzos nobles para deshacer los patrones nocivos de prejuicio. La Iglesia católica en los Estados Unidos de América no ha sido inmune al contagio cultural del racismo. La esencia y la belleza de la diversidad cultural en la Iglesia Católica siempre ha sido una fuente de esperanza y renovación. A lo largo de nuestra historia en este país, hemos sido una iglesia de inmigrantes. Le hacemos un perjuicio a este legado si idealizamos esta historia. Solo por la misericordia de Jesús y los vientos implacables del Espíritu Santo hemos desafiado nuestras dudas o temores para reunirnos en la Mesa del Señor. Esas dudas y temores, así como la ceguera, todavía están entre nosotros y nos impiden abrir de par en par las puertas de la Casa de Dios. Las dudas, los miedos y la ceguera no son propios de un grupo étnico. El pecado del racismo puede contaminarnos a cualquiera de nosotros, nublando nuestro juicio y deformando nuestras acciones. Sabemos que la conversión y el arrepentimiento son los únicos caminos hacia la gracia. Abordar el racismo nos pedirá lo mismo.

En la Diócesis de Sacramento, hemos estado llevando a cabo un examen de conciencia que ha sacado a luz las formas en que no nos hemos acogido ni reverenciado unos a otros como miembros del único Cuerpo de Cristo. Hay motivos de vergüenza y tristeza.

Durante las sesiones de audiencia, muchas personas de diferentes razas y culturas compartieron historias de prejuicio y exclusión. Las sesiones crearon un espacio donde se pudo escuchar el dolor del racismo que sienten los diferentes miembros del Cuerpo de Cristo. Me centraré en los testimonios de nuestros amigos de la comunidad afroamericana.

Un lamento común ha surgido de hermanos y hermanas afroamericanos de que son invisibles en nuestras parroquias. Se sientan en las bancas, pero no escuchan sus cantos. Nadie comunica o predica sobre sus preocupaciones. Los ministros no son de sus comunidades. Las parroquias están ubicadas en sus comunidades, pero no se basan en sus vecinos. Como el tema del racismo estaba en la mente y en el corazón de muchos de los fieles, los párrocos se mostraron reacios a mencionarlo y desalentaron los esfuerzos para abordarlo. En un caso, la respuesta fue: "hay cuestiones más importantes".

Hay pocos miembros católicos afroamericanos que trabajan conmigo en el Centro Pastoral, en las parroquias, en nuestras escuelas o en las muchas agencias de caridad en toda la Diócesis de Sacramento. Puede haber muchas razones para este resultado preocupante. Algunas de esas razones: A menudo preferimos lo familiar. Contamos con círculos sociales establecidos. Suponemos que los demás no están interesados. La hospitalidad se define por lo que nos hace sentir cómodos y falla en preguntar cómo hacer que los demás se sientan acogidos. Debemos ir más allá de esas explicaciones para comprender lo no-pensado y los patrones inconscientes que nos impiden una comunión más amplia de fe y caridad.

Al escuchar los testimonios, a veces llenos de lágrimas, de los católicos de raza negra, he escuchado sufrimientos dolorosos causados por las heridas infligidas por la Iglesia y con la misma voz entristecida una determinación resuelta: “Todavía creo. ... sigo siendo católico". Como si a pesar de la Iglesia, no por la Iglesia, optaran por permanecer en comunión con Cristo y la Iglesia que nació de la sangre que brota de Su Sagrado Corazón traspasado. Un testigo dijo que seguía viniendo a la Iglesia Católica debido al Sacramento de la Confesión, del cual recibió una gran misericordia y consuelo. ¿También su testimonio nos está señalando el camino que debemos seguir? El ritual del Sacramento de la Penitencia es un instrumento y también un maestro para el camino cristiano hacia el Reino: examen de conciencia, arrepentimiento, conversión, confesión y la determinación de no pecar más.

"Pronto y muy pronto, vamos a ver al Rey" nos ayuda a ver más allá de las dificultades, la amargura y las animosidades recíprocas de este ambiente actual. La venida de Cristo es motivo de una expectativa inquieta y de esperanza diligente porque "el reino de Dios se ha acercado". (Marcos 1:15). Estas palabras de Jesús aseguran que nuestras esperanzas del Reino están a nuestro alcance. La historia de la Iglesia Católica en los Estados Unidos está llena de vergonzosas decepciones, pero también tiene luz de inspiración y ánimo. La santidad personal del Beato Pierre Toussaint, Henriette Delille, Beato Augustus Tolton, Beata Mary Elizabeth Lange y Sierva de Dios Hna. Thea Bowman. Existe una rica tradición de liturgia y canto que ha florecido en muchas parroquias afroamericanas. Las asociaciones católicas de los Caballeros de San Pedro Claver y el Congreso Católico Negro son frutos de la perseverancia de los Católicos Negros y del Espíritu Santo a pesar de la persistencia del pecado de racismo en la Iglesia Católica. Todos ellos apuntan a un tesoro bendito de dones espirituales. Corremos el riesgo de perderlo sino abramos de par en par nuestro corazón a aquellos con quienes podemos estar confiadamente ante el Rey (cf. Mt 25:32). Ellos nos importan. Ellos son importantes para nuestra salvación. Nos empobrecemos al no abrazar la hermosa amplitud de nuestra tradición católica. Nos estamos arriesgando a quedarnos fuera tocando la puerta porque nos perdimos el momento de la visita del Rey.

Un equipo de trabajo, colaboró conmigo durante el primer año donde escuchábamos, aprendíamos y examinábamos la experiencia del racismo en la Diócesis de Sacramento. Agradezco su buen trabajo y las recomendaciones para continuar un camino lejano del racismo y hacia la reconciliación y la comunión. Espero que estos pasos nos lleven a nuestro coro pluricultural de fe a cantar en armonía con el corazón de Jesús el único canto de alabanza a Dios y Padre nuestro. Les invito a que caminemos juntos dando los siguientes pasos:

  • Promover más diálogos sobre el racismo en las parroquias.
  • Desarrollar diálogos sobre el racismo entre parroquias y otras congregaciones de fe a nuestro alrededor.
  • Educar al clero, catequistas, maestros y otros líderes parroquiales para llevar a cabo diálogos sobre el racismo en parroquias y escuelas.
  • Proporcionar momentos pastorales para la transparencia, la sanación y la reconciliación.
  • Apoyar el desarrollo docente relacionado con la enseñanza sobre la competencia racial y cultural.
  • Brindar oportunidades educativas para que los estudiantes y adultos comprendan la naturaleza inmoral del racismo y aprendan sobre las diversas expresiones culturales de la fe católica en la Diócesis de Sacramento.
  • Desarrollar un plan de estudios en las escuelas católicas, apropiada para la edad, desde la primaria hasta la secundaria, donde aprendan sobre la raza y el racismo desde una perspectiva moral católica. El plan de estudios debe ampliarse para incluir educación religiosa parroquial, la formación de la fe de los niños y los grupos de jóvenes parroquiales.
  • Las parroquias y los centros Newman serán identificados y apoyados para cultivar un Ministerio Católico de raza negra activo enfocado en liturgia, compañerismo, enseñanza y de alcance a la comunidad afroamericana.
  • Evaluar las pólizas y prácticas de alcance, reclutamiento y de empleo para fomentar una mejor integración con las comunidades a las que servimos.
  • Esperar que los obispos, el clero y los compañeros de trabajo pastorales sean más intencionales en la identificación y el cultivo de relaciones con la comunidad afroamericana y otras comunidades étnicas activas en la Diócesis de Sacramento.
  • Convocar un taller anual para sacerdotes y diáconos que brinde oportunidades educativas para que el clero aprenda sobre el racismo y adquiera formación de como tener un diálogo significativo, arraigado en la enseñanza moral católica. Incluir lecciones/formación para el clero sobre cómo desarrollar sermones y predicar contra el racismo en las homilías dominicales.
  • El Comité Ad Hoc contra el racismo continuará reuniéndose como el Comité Intercultural de Acceso, Integración y Misión para ayudarme a implementar los objetivos anteriores. El Comité estará constituido por miembros del personal del Centro Pastoral y miembros laicos de la comunidad Católica Negra y otras comunidades culturales. El Comité proporcionará informes regulares al Consejo Presbiteral Diocesano, al Consejo Pastoral Diocesano y al Centro Pastoral. El Comité tendrá un mandato de tres años.

Este trabajo es "justo y necesario". Estas palabras son pronunciadas por la asamblea de fieles en el diálogo inicial del Prefacio de cada Plegaria Eucarística durante el Sacrificio de la Misa. Como la Plegaria Eucarística es “justo y necesario”, la Iglesia debe continuar la obra sacramental de la Eucaristía quitando todo pecado que nos impide una mayor comunión en Cristo Jesús. En este momento de la historia de la Diócesis de Sacramento, es justo y necesario que nos purifiquemos del pecado del racismo para poder unirnos más plenamente con Cristo “derribando la pared intermedia de separación” (Eph. 2:14).

El camino propuesto por esta carta no es por el bien de la introspección y el autoexamen. El tiempo presente nos ofrece un momento oportuno para abrazar más plenamente el evangelio de Jesús. Al ser renovados en Cristo podemos renovar mejor el mundo al que nos envía con la misma misericordia y consuelo que hemos recibido del Señor. (cf. II Corintios 1:4) Redimidos por Su gracia podemos ser vasos de barro de esa gracia para otros. (cf. II Corintios 4:7)

Acerquémonos a esta iniciativa con celo misionero. Recuerden a los dos principales misioneros de la Iglesia primitiva, los apóstoles Pedro y Pablo. En el centro de sus esfuerzos misioneros estaba el testimonio de encuentros personales con la misericordia de Jesús. Uno negó al Señor. (Juan 21.15-19) El otro persiguió a sus seguidores. (Gálatas 1:11-18) Ambos sabían lo que significaba ser salvados por la sangre del Cordero de Dios. Esperamos que purificando y sanando a la Iglesia de la herida pecaminosa del racismo se convierta en nuestro testimonio de la obra misericordiosa de Jesús entre nosotros. Este es el único lenguaje que podemos aportar al amargo discurso social. Es un lenguaje católico: arrepentimiento, conversión y comunión en Cristo. También es el mensaje de esperanza que podemos ofrecernos unos a otros y a nuestras comunidades. Esa esperanza no está enraizada en nosotros mismos, sino solo en Cristo crucificado. (I Corintios 2:2) Su gloria y gracia llenarán nuestras almas con el anhelo gozoso. "Pronto y muy pronto, vamos a ver al Rey".

En el Año Santo de San José, encomiendo este esfuerzo al poderoso patrón de la Iglesia Universal y suplico el afecto de nuestra Santísima Madre María, bajo cuya mirada materna somos todos sus hijos. Que la intercesión de ambos nos guíe en la sabiduría y la misericordia del Señor Jesús.

+Jaime Soto
Obispo de Sacramento


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